22 noviembre 2010

Lo público y lo privado

Trabajamos en una televisión pública, destinada a ofrecer un servicio público. Tenemos el mandato constitucional de respetar los límites a la libertad de expresión en lo que respecta a la protección de la juventud y de la infancia. Que se amparen en esa libertad los mismos que silencian sistemáticamente a personas, organizaciones, partidos políticos y sindicatos nos parece una burla a la democracia. Pero estamos dirigidos, y lo que es peor, gobernados, por gente que justifica cualquier barbaridad con los argumentos más peregrinos, y que han convertido nuestra televisión en una inmensa fábrica de telebasura. Eso se llama inmoralidad. Cuando Yolanda Ausín, Directora de Antena, dijo que nuestra programación se dirigía a un target masculino y adulto, no sabíamos que se refería a esto.



La manía de Esperanza Aguirre de privatizarlo todo afecta también a las conversaciones de Salvador Sostres, nombrado "gilipollas del año" por los usuarios de una red social. "Es una conversación privada", ha dicho ella y ha repetido la empresa para disculparle.

A los defensores de lo público nos lleva a pensar que la degeneración creciente de la imagen de Telemadrid es una campaña orquestada con el único fin de denigrar lo público y vaciar el sentido de existir de unos medios de comunicación que pertenezcan a la ciudadanía.

En este debate lo que quieren es confundir al público retorciendo el significado de lo privado, que no es lo mismo que lo íntimo en lo que respecta a la libertad del individuo. Las acciones privadas son solo aquellas que no afectan ni causan daños a terceros: mezclarlas con aquellas que se llevan a cabo en la más estricta intimidad significaría, por ejemplo, que actos como la violación o la violencia doméstica no fueran punibles, ya que ocurren en entornos privados. La esfera pública se crea cuando existe una relación espacial entre dos o más personas en un entorno social.
Los platós de Telemadrid, que pagan todos los ciudadanos, son un ágora pública, tan espacio público como lo puede ser la Puerta del Sol. Cuando un señor se sube a un escenario con un micrófono puesto, con un sistema de megafonía que permite que su voz sea escuchada claramente por un nutrido público (compuesto por cuarenta y cinco niños, varios profesores, un equipo técnico de más de veinticinco personas, una presentadora y otros tres tertulianos) sabe que no está en una situación que se pueda calificar de ningún modo como íntima, ni siquiera como privada.

Hay obras en los Teatros del Canal o conferencias en FAES a las que ha asistido menos gente, incluso programas emitidos en Telemadrid con menos audiencia que la gente que había ese día en el plató. Si un profesor se atreve a decir lo que dijo Sostres en una clase con la mitad de niños, hoy estaría ya en la cárcel.



El susodicho ha llegado a alegar que no sabía que había niños, cuando no cesa de hacer comentarios vejatorios sobre ellos aún sabiendo que están escuchando la conversación, como puede comprobar cualquiera que haya visto el video. Cuando en el transcurso de la charla Alfonso Ussía e Isabel San Sebastián se dirigen a los chavales, no tienen necesidad de gritar y todos los que están en la mesa pueden comprobar que se les oye perfectamente, lo que no arredra a Sostres a la hora de seguir escupiendo atrocidades.

También es curioso que una televisión que no tiene ningún reparo en emitir formatos de cámara oculta, grabaciones de cámaras de seguridad y conversaciones de políticos pillados in fraganti (siempre que sean de izquierdas) tiene que entender que esas reglas de juego no puede aplicarlas solo cuando les interesa: cuando se filtraron las conversaciones entre Zapatero y Gabilondo, Esperanza Aguirre no cabía en sí de gozo diciendo que "los habían pillao con el carrito del helao". Para ella, esa conversación sí era pública, pero cuando le quitaron aquel puesto de Cajamadrid "al hijoputa", no se respetó su privacidad al difundirse el comentario.

Los exabruptos vomitados por Sostres merecían ser publicados (hacerse públicos, salir a la luz pública) porque, como se ha visto, son de interés público: la gente tiene que saber la catadura moral de aquellos a los que está pagando con sus impuestos.





Y no ha sido ningún trabajador anónimo el que ha grabado y difundido esas imágenes: aunque esa situación podía haberla registrado cualquiera de los niños con un móvil (de hecho ya hemos visto difundida alguna foto hecha por ellos mismos), es la empresa la que decide lo que graba y pone a disposición de los trabajadores, y a través de qué herramientas. A partir de ahí, no sabemos quién las ha hecho públicas, pero estamos seguros de que es una persona decente y un ciudadano ejemplar, alguien comprometido con la causa de lo público y con su sociedad. 

UGT La Parabólica nº 135


Dulces sueños... Hasta ya...

1 comentario:

Anónimo dijo...

La presión mediática contra Salvador Sostres me parece perfecta, pero por desgracia tenemos que toparnos con este tipo de personajes a diario y con mucha más frecuencia de la que nos gustaría ...

Por eso considero que realmente deberíamos movilizarnos contra los "responsables" de permitir que este tipo de individuos aparezcan en antena, faltándole al respeto a cualquiera que por su condidión o ideología no sea de su agrado, y licitando de esta forma cualquier palabra que escupan por su boca...

El problema no son los Sostres de este mundo, el problema son los que se escudan en ellos y quieren que sean cabezas visibles ...

BASTA YA DE MANIPULACIÓN POR PARTE DE LOS POLÍTICOS Y LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN...

Dulces sueños ... Hasta ya ...