Después de un paréntesis demasiado largo, algo que nunca estuvo en mis planes, regreso de mi última tristeza a la realidad cotidiana y recorro una vez más, mientras la ciudad duerme, las páginas amigas de Boletín Informativo de la Sanidad Pública, MATS, CASmadrid,… y tantos otros que día tras día me acompañan en esta locura, este camino incierto, esta sana rebeldía que es nuestra modesta defensa de los servicios públicos.
Y leo que el Consejero Güemes da un paso más en la privatización porque la colaboración público-privada reduce costes, listas de espera y aporta equidad y calidad (más de lo mismo… bla, bla, bla)… Y leo que la oposición no se opone a la colaboración con el sector privado en materia sanitaria pero si hay un debate previo (¿en que quedamos?¿Defendemos los servicios públicos o no?)… Nada cambia…
Y leo que el pasado viernes Esperanza Aguirre, como ya nos tiene acostumbrados, se quiso dar un baño de multitudes en la Noche de los Teatros, y que mientras paseaba su incompetencia y esa chulería, a la que también nos tiene acostumbrados, por la calle Fuencarral, más de un centenar de personas la abuchearon y el incidente acabó provocando la intervención de la policía (de transformar legítimas protestas en problemas de orden público saben bastante los trabajadores de la Sanidad madrileña, en especial los del Hospital Clínico y los del Gregorio Marañón)… Nada cambia…
Y leo que los directivos de Telemadrid, esa televisión que pagamos todos los madrileños, no vendieron las imágenes a Telecinco y a Cuatro “porque no tenían la calidad técnica requerida y se estimó que no gozaban del suficiente interés informativo”…. Nada cambia…
Y cuando por fin veo el vídeo que hay colgado en el periódico digital El País y en la Web de Televisión española compruebo que efectivamente nada cambia… Distinto escenario pero idéntica escena…
Adulador, rastrero, servil, zalamero, pelota, lameculos… Ha cambiado su bata blanca por un jersey verde (¿pistacho?¿botella?... no sé… los colores nunca han sido mi fuerte) Se pasea con la cabeza alta y los pantalones por los tobillos, siempre dispuesto a halagar sin disimulo a su Presidenta, acostumbrada a coleccionar besos, palmadas en la espalda, méritos y aprobaciones.
Se le supone la inteligencia (no en vano es un alto cargo médico del Hospital General Universitario Gregorio Marañón) pero es capaz de renunciar a sus principios y arrojarlos por el retrete, con tal de agradar a su superior, aunque sepa que la persona a la que lame la mano, o salve sea la parte, está destrozando su hospital y por extensión la Sanidad Pública madrileña…
Desafortunadamente… nada cambia.
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